Un modelo experimental ganador de 5 premios Nobel

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Drosophila Melanogaster

La mosca de la fruta, de intrusa en nuestros fruteros a reina de los galardones

Conocemos a Drosophila en nuestros hogares como “la mosca de la fruta”. Para muchos un incordio que amenaza con asentarse alrededor de nuestra fruta ya madura. Existen incluso enlaces a páginas web que te dan consejos para deshacerte de ellas. Sin embargo, estas molestas amigas requieren de todo nuestro agradecimiento y respeto.

Hasta cinco premios Nobeles han sido concedidos gracias al trabajo realizado con Drosophila Melanogaster. Estas moscas que se alimentan de  fruta en proceso de fermentación tienen mucho en común con nosotros. Hasta un 70% de genes asociados a determinadas enfermedades humanas tienen equivalente en el genoma de la mosca de la fruta.

Esto le ha hecho convertirse en un modelo experimental imprescindible. Con sólo 4 pares de cromosomas y un ciclo de vida entre 9 -10 días nos permite estudiar y obtener generaciones en un corto periodo de tiempo.

El primer premio Nobel en el que se vieron involucradas llegó de la mano de Hunt Morgan en 1933. Ayudaron como modelo experimental a demostrar que los cromosomas son los portadores de los genes. Poco más de una década después, en 1946, Hermman Joseph Muller era galardonado por mostrar el efecto mutante de la radiación en los genes.

En 1958 George Beadle y Edward Tatum mostraban la actuación reguladora de los genes en determinados eventos químicos. Aunque finalmente se centraron en trabajar con Neuroespora, los inicios comenzaron con nuestra ya conocida mosca de la fruta.

Drosophila siempre ha estado fuertemente unida al estudio genético. Modelo por excelencia en los laboratorios de genética permitió en 1995 que los científicos Edward B. Lewis, C- Nüsslein-Volhard y Erick F.Wieschaus consiguieran el premio Nobel por sus descubrimientos del rol de los genes relacionados con el desarrollo.

Los estudios como modelo experimental no cesan y en el año 2017 recibió su último premio Nobel hasta el momento. Permitiendo descubrir las claves moleculares que controlan nuestro reloj interno gracias al trabajo de Hall, Rosbash y Young.

Como vemos, Drosophila Melanogaster no ha dejado de aportar su grano de arena al conocimiento científico, atrayendo por sus características a la misma NASA. En 2006 se enviaron ejemplares a la órbita del transbordador espacial Discovery. La NASA puso en marcha Fruit Fly Lab, un laboratorio que utilizaba a Drosophila como modelo animal de los astronautas.

El objetivo es estudiar cómo puede llegar a afectar la vida en el espacio. A la gravedad o al sistema inmunológica, salud cardiovascular, envejecimiento y otros procesos biológicos a través de estos modelos.

Con todo ello, la próxima vez que veamos un ejemplar de la mosca de la fruta revoloteando nuestra fruta, tomémonos un segundo en pensar todo el conocimiento que han aportado y que aportarán en el futuro.